Premios del I Certamen Literario BBK SASOIKO “Despertar a la Escritura”

Premios del I Certamen Literario BBK SASOIKO  “Despertar a la Escritura”

Este proyecto, I Certamen Literario BBK SASOIKO “Despertar a la Escritura” nació de la iniciativa del grupo de personas que componen el colectivo de escritura creativa dentro de BBK SASOIKO y que tiene el mismo nombre. Este equipo ha mantenido este blog colectivo: Despertar a la escritura

Pudieron concurrir a esta convocatoria cualquier persona mayor de 55 años con residencia en Bizkaia. Se establecen dos modalidades lingüísticas: euskera y castellano. Y la temática de los trabajos, no inferior a 500 palabras ni superior a 2.500, deberá de estar relacionada con el envejecimiento activo y las relaciones intergeneracionales. Los participantes podrán presentar sus relatos entre el 15 de mayo y el 15 de julio y se ha establecido un premio en metálico de 600 euros para cada una de ambas modalidades. 

Tras el acto de entrega que se realizó el día 30 de septiembre, El primer premio fue para Carlos Becerra por su relato «Alrededor de mama» y os lo dejamos a continuación para todas las personas que estéis interesadas en leerlo.

RELATO – ALREDEDOR DE MAMÁ

Por otro lado se le hizo una mención honorifica al relato de José Ignacio Tamayo llamado «Dersu Uzala», el que también os dejamos a continuación.

RELATO-DERSU UZALA

Presienta del Jurado, Arrate Egaña

I Certamen Literario "Despertar a la Escritura" de BBK Sasoiko


Con ocasión de ser hoy 29 de abril de 2021, el Día Europeo de la solidaridad y la cooperación entre generaciones, finalmente desde quienes coordinamos el Blog Colectivo "Despertar a la Escritura" podemos anunciar tras prepararlos durante meses el I Certamen Literario BBK SASOIKO “Despertar a la Escritura”.

BBK SASOIKO, respondiendo a su compromiso con el envejecimiento activo y la participación social, pone en marcha paralelamente el I Certamen Literario BBK SASOIKO “Despertar a la Escritura”. Este proyecto nace de la iniciativa del grupo de personas que componen el colectivo de escritura creativa dentro de BBK SASOIKO y que tiene el mismo nombre.

A esta convocatoria podrá concurrir cualquier persona mayor de 55 años con residencia en Bizkaia. Se establecen dos modalidades lingüísticas: euskera y castellano. Y la temática de los trabajos, no inferior a 500 palabras ni superior a 2.500, deberá de estar relacionada con el envejecimiento activo y las relaciones intergeneracionales. Los participantes podrán presentar sus relatos entre el 15 de mayo y el 15 de julio de 2021 y se ha establecido un premio en metálico de 600 euros para cada una de las ambas modalidades lingüísticas.

BBK SASOIKO es un proyecto promovido por la Fundación BBK que tiene como objetivo ofrecer actividades y fomentar la participación de personas que están finalizando su etapa laboral pero buscan seguir activas, aportar a la sociedad y autorrealizarse. En definitiva este proyecto busca poder extender la etapa socialmente productiva de las personas una vez concluida su vida laboral. El primer centro SASOIKO se encuentra en la calle Ronda del Casco Viejo de Bilbao, un modelo que BBK pretende extender por todo Bizkaia.
Publicidad de BBKsasoiko en Casco Viejo de Metro Bilbao
Simultáneamente se ha presentado el I Premio BBK SASOIKO de estudios y proyectos entorno al envejecimiento activo y relaciones intergeneracionales va dirigido a jóvenes que estudien en centros universitarios y de Formación Profesional de Bizkaia.

Anagnórisis y peripeteia, desde Ulises a Luke Skywalker


La anagnórisis (del griego antiguo ἀναγνώρισις, «reconocimiento») o agnición es un recurso narrativo que consiste en el descubrimiento por parte de un personaje de datos esenciales sobre su identidad, sus seres queridos o su entorno, ocultos para él hasta ese momento. La revelación altera la conducta del personaje y lo obliga a hacerse una idea más exacta de sí mismo y de lo que le rodea. 

También se produce anagnórisis cuando un personaje principal revela su identidad hasta entonces oculta o velada a otros personajes secundarios cambiando así la relación, normalmente de un nexo débil o inexistente (un mendigo o simple huésped) hacia un nexo fuerte (el hijo de un enemigo que clama venganza, el retorno de un rey por largo tiempo ausente,...), produciendo un punto de giro en la historia que la hace avanzar hacia su desenlace.

Al regresar a Ítaca Ulises se presenta o revela hasta en diez ocasiones su identidad a sus seres queridos, puesto que sus rasgos físicos han sido cambiados por los dioses y el tiempo y no siempre le reconocen. El término fue utilizado por primera vez por Aristóteles en su Poética. Aunque la anagnórisis es un recurso frecuente en muchos géneros, Aristóteles la describió en relación con la tragedia clásica griega, con la que está asociada de modo especial.

De acuerdo con Aristóteles, el momento ideal para la anagnórisis trágica es la peripecia (giro de la fortuna): en un momento crucial, todo se le revela y hace claro al protagonista, con efectos casi siempre demoledores. Por ejemplo, el descubrimiento por parte del héroe trágico de alguna verdad sobre sí mismo, otras personas, o de algunas acciones que significan que, ahora que las sabe, toda la trama cambia de dirección como resultado de su reacción a las noticias. La revelación de esta verdad (que ya era un hecho, pero el protagonista ignoraba) cambia la perspectiva y la reacción del héroe, que se adapta y se acomoda aceptando su destino y en consecuencia ayudando a que este ocurra.
Ejemplos: Edipo, rey de Tebas descubre que el verdadero origen de las plagas que asuelan su polis son causadas por él mismo al cumplir sin saberlo con el oráculo de Delfos: "Matarás a tu padre y te casarás con tu madre", con quien ha tenido cuatro hijos. Un ejemplo clásico de anagnórisis en la tragedia griega se halla en el «Edipo Rey» de Sófocles, cuando Edipo se entera de que la persona que había matado era su padre y que su esposa es su madre. Otro caso especialmente emotivo es el de Ágave al final de «Las bacantes» de Eurípides, que llega a Tebas con lo que cree la cabeza de una fiera en su mano. A medida que el dios Dioniso se va retirando de su ser, comprende que se trata de su propio hijo, Penteo, al que ella y las demás bacantes han despedazado en una orgía de sangre.

En la comedia griega, la anagnórisis es también un recurso frecuente: en las obras de Menandro y sus imitadores latinos, abundan los personajes que han sido abandonados de pequeños y criados como miembros de una clase social inferior. Al entablar una relación con un personaje noble, su extracción humilde supone un estorbo; al final de la obra, se descubre por algún indicio (una marca de nacimiento, un objeto personal que la madre dejó junto al bebé) su verdadera identidad, y la pareja puede unirse felizmente en matrimonio.

En la épica griega tenemos un buen ejemplo de anagnórisis en los últimos cantos de la «Odisea», cuando Ulises vuelve a Ítaca, su patria, y varios personajes lo van reconociendo (su viejo perro Argos, su nodriza Euriclea, su hijo Telémaco, su padre Laertes,...), en una gradación que termina cuando su esposa Penélope, la más reacia a aceptar la revelación, lo somete a una última prueba para confirmar su identidad.

En la literatura española, la anagnórisis es moneda corriente en las novelas de caballerías, el teatro barroco (p. ej. «La dama duende», de Pedro Calderón de la Barca) y el drama romántico. Y también está presente en La gitanilla y en varias de las novelas ejemplares de Miguel de Cervantes. En la literatura inglesa renacentista, William Shakespeare también utiliza las características asociadas a este término en sus obras dramáticas, específicamente en sus tragedias. A pesar del momento de anagnórisis, de reconocimiento, todo acaba mal por el hecho de la inclusión del fatalismo, propio de las obras trágicas.

En la literatura prehispánica, específicamente en el drama Ollantay encontramos una hermosa anagnórisis cuando el inca Túpac Yupanqui encuentra a Cusi Coyllur, prisionera, y reconoce que ella es su hermana.

El ejemplo más moderno sería en el episodio V de la Saga cinematográfica de Star Wars: Cuando Darth Vader revela a Luke Skywalker que él es su padre, la trama pasa de ser una batalla entre el bien contra el mal a ser un conflicto existencial del protagonista entre su deber de luchar contra el mal o redimir a su padre caído.
La peripeteia (en griego antiguo, περιπέτεια) o peripecia es el acontecimiento de una trama que supone un punto de inflexión, un giro en la suerte de los personajes. Este término especialmente se aplica a las obras dramáticas. Dicha historia se presenta como una adversa y repentina que sucede accidentalmente y sin previo aviso, lo cual provoca un cambio en la situación actual que se vive en lo relatado.

En las tragedias supone el punto en el que la trama toma el cariz propiamente trágico, es decir, el punto de inflexión en el que la suerte del héroe protagonista se trunca y comienzan las desgracias que le llevarán inevitablemente a un final desdichado.

Aristóteles define la Peripeteia como «un cambio por el cual la acción gira hacia su opuesto, sujeto siempre a nuestra regla de probabilidad o necesidad». Según Aristóteles, la peripecia, junto con el descubrimiento, es la más efectiva cuando se trata de drama, particularmente tragedia: «la mejor forma de Descubrimiento es aquella que asiste a Peripeteia, como la que conduce al Descubrimiento a Edipo».

La peripeteia incluye cambios en el personaje, además de cambios externos. Por ejemplo, si un personaje pobre y oscuro se ha vuelto rico y famoso, ha sufrido una peripeteia, incluso si su personaje sigue siendo el mismo. La peripeteia o peripecia se distingue de la anagnorisis o agnición, cuando un personaje descubre una información que previamente ignoraba. Esta distinción proviene de la Poética, que consideró que la anagnórisis, que lleva a la peripeteia, un aspecto superior de la tragedia. 

Dos de estas obras son Edipo Rey, donde la información proporcionada por el oráculo de Delfos (que Edipo mató a su padre y se casó con su madre) provocó la muerte de su madre, Yocasta y su propia ceguera y exilio, e Ifigenia entre los tauros, donde Ifigenia se da cuenta de que los extraños que ella debe sacrificar son su hermano y su amigo, lo que resultó en que los tres escaparan de Tauris. Consideró estas tramas complejas y superiores a las simples sin anagnórisis ni peripeteia, como cuando Medea decide matar a sus hijos sabiendo que lo son y aun así lo hace. Aristóteles identificó a Edipo Rey como la principal obra para ejemplificar la peripecia.
Otro recurso literario citado en este vídeo es el Arma de Chéjov: "Elimina todo lo que no tenga relevancia en la historia. Si dijiste en el primer capítulo que había un rifle colgado en la pared, en el segundo o tercero este debe ser descolgado inevitablemente. Si no va a ser disparado, no debería haber sido puesto ahí", indicó Antón Chéjov.

Descubrimiento: Nuestro primer haibun

Descubrimiento: Nuestro primer haibun
Ella tenía 8 años y él 9. Ella vivía en un pequeño pueblo, Ubidea, y él era un veraneante. Se conocían de todas aquellas antiguas vacaciones estivales de tres meses. Él llegaba la víspera del día de la fiesta de San Juan para iniciar el verano.

Eran vecinos en dos casonas anexas, junto a la fuente de agua de hierro. De familia muy numerosa, la niña se ocupaba permanentemente de una hermanita de 3 años. Él llegó en el autobús a mediodía. A la tarde, al salir a la fuente, ella le esperaba con la pequeña. Ella le dijo varias veces cuánto se entusiasmaba su hermanita porque él hubiera venido. Jugaron toda la tarde, y él tuvo que escuchar continuamente aquella cantinela: "Nenita, dile cuánto te alegras de que él esté aquí".

Aquella noche, antes de dormirse, él se preguntaba por qué aquella niñita, que apenas le conocía, se alegraba tanto de su venida. Finalmente descubrió una Doble revelación: Comprendió que ellas siempre son más sutiles, porque hablan por boca de otros, y aprendió lo que es el amor.

Ella te habla,
pero sólo lo entiendes,
cuando ella falta.
Descubrimiento: Nuestro primer haibun
Esta historia autobiográfica se ha redactado ahora en formato de haibun. Es una entrada más de nuestro blog colectivo "Máquinas de escribir" del Taller de Escritura de BBK Sasoiko que dirige Juan Fernández Trillo. Es un remake de hace muchos años,  cuando en 2020, publicamos este post "Doble revelación", con una redacción en prosa.

Un Haibun puede retratar una escena, un momento especial, de una forma objetiva y descriptiva o bien representar un tema de ficción o una escena totalmente onírica. El Haiku final que se incluye puede tener una relación directa con la prosa o, simplemente, apuntar o sugerir una idea o sensación relacionada con la esencia de lo que está recogido en ella. 

Normalmente el escritor de haibun trata de no manifestar los temas abiertamente, sino pintar un bosquejo empleando alusiones y metáforas, con lo que busca en la escritura una manifiesta ambigüedad y obligar al lector a tomar parte activa del proceso literario completándolo con su imaginación y fantasía.

Otras entradas sobre el Taller de Escritura.
Otros posts sobre haikus.

"Conguito"

Él es un camión.

Pero no uno cualquiera; llevaba atracciones a las ferias de los pueblos, y ello le distingue de los demás. Transportaba alegría, felicidad; sabía que los lugareños le esperaban cada año. Cuando le veían aparecer por la carretera aproximándose a la plaza, le saludaban sonriendo. “En breve comenzarán las fiestas”, decían alborozados, “ya llegan los barraqueros”.

Antonino, el conductor, y su sobrino, Isaac, se apresuraban a sacar los seis autos de choque que acarreaba, para colocarlos en la pista rápidamente. Poco antes, Ezequiel, hermano pequeño de Antonino, había llegado con el tráiler y ya lo tenía todo a punto; solo a la espera de los coches.

- Muy bien Conguito, - le decía Antonino entre chanzas al mismo tiempo que le acariciaba el foco derecho-, ya estás vacío y cómodo. Estaremos aquí hasta el domingo por la tarde; después, ¡a Briviesca! ¡Pedazo de feria la que allí se prepara…! Ganaremos un buen dinero este mes, ¡sí señor!

Y allí se quedaba esperando al final de las fiestas; el bullicio de la música y la sirena entre viaje y viaje le arrullaban. Sonaba “Camela” continuamente, todas sus canciones eran parecidas, decía Antonino que si no estaban Ángeles y Dioni en el playlist, se perdía la esencia de los autos de choque. Le aburría tanta repetición, pero si a él le gustaba, no había más que hablar; a Isaac y Ezequiel no les importaba, de hecho, les cautivaba la pareja madrileña tanto como a Nino.

Algunos jovencitos aprovechaban para esconderse detrás y fumar; no le gustaba. Tenía pánico a que una chispa acabara con él. Igualmente se ocultaban parejitas de enamorados, hechas un ovillo; ahí también saltaban chispas, pero no era lo mismo. 

Ahora todo es distinto. Le cuesta recordar el tiempo que lleva ahí aparcado, junto a la pista de tenis. Siente que se está marchitando; hasta Pegaso quiere huir de su compañía. Siempre estuvieron unidos pero ya no lo soporta más, y le ha contado que utilizará sus alas para escapar del tufo de la decadencia.

De igual forma siente el ocaso de Antonino. Sólo viene lo justo para arrancar el motor y evitar que la batería se descargue. Ya no es como antaño, está triste. Lo ve en su cara, en su ropa, en su ácido olor a derrota.

Era vigoroso y cantaba continuamente; en la actualidad es otra persona. Taciturno y preocupado, así es hoy Antonino; suspira y no le dice ni una palabra. Luego baja pesadamente por la escalerilla, aparta de una patada a un perro pequeño, que ha hecho de la rueda su urinario particular, y se va.

Conguito le sigue con la mirada, también él se pregunta hasta cuando, y no puede evitar que de nuevo fluyan las lágrimas a través de los ejes de sus limpiaparabrisas. 

 Autoría: Alberto Ereña

Alegría sin cuento

Hoy he visto a un hombre reír. De refilón, como escondido.

Yo he pasado a su lado con aire despistado, un poco avergonzada ante el espectáculo.

El hombre, he de decir en su favor, ha recuperado el agrio gesto con presteza. Lanzándome una mirada temerosa a modo de súplica, de perdón. Menos mal que se ha puesto a llover a jarros y el frío y desapacible ambiente ha disipado cualquier pensamiento de bienestar. La naturaleza acude a veces en ayuda cuando desfallecemos y nos abandona la nostalgia.

He vuelto a casa escandalizada. Me hubiera gustado seguirle, saber dónde vive.

Estamos obligados a denunciar esas prácticas, soy consciente de ello. Sobre todo si se realizan en público. Pero es el segundo que veo esta semana, y creo no está en mi naturaleza aún bien instalado el concepto de “chivata” o “correveidile”, tan extendido entre nuestra sociedad. A pesar de la recompensa (un suculento disgusto duradero) algo en mi interior se revuelve últimamente ante el sonido de una carcajada. Debe ser un vestigio antropológico hereditario, un gen que espero recesivo desatando lo peor, atado como está en mi pensamiento cualquier deriva risueña. Eso me inquieta ¿Quién me garantiza que al denunciarle, no deje entrever también mis propias debilidades?

Al entrar en casa, antes de colgar el abrigo, me recreo observando El grito de Munch. Alivia mucho notar que ante la tentación, el arte ha puesto a nuestra disposición el lógico antídoto, preservándonos del disparate. Me recreo en el dolor del gesto, en la figura fantasmal con aire de gárgola post moderna que desprende la pintura. Respiro.

Poco a poco la presión de la alegría, que inunda a veces estas incipientes mañanas primaverales, se va diluyendo.

Me duele caer en este estado anímico, en esta astenia jocosa que asoma inclemente como un brote psicótico, posándose sobre las comisuras de la boca. Elevándolas contra natura.

Este lunes, sin ir más lejos, me descubrí moviendo las caderas por el oscuro pasillo de la casa al compás del Réquiem de Mozart. La clase de Lúgubres Músicas anda algo oxidada, y noto como me alejo de los maestros en busca de ritmos poco edificantes. Una  risueña depresión, ahora lo sé, se va adueñando de mi cerebro.

De nada sirve leer las esquelas. Oír el noticiero fúnebre de las tardes, con sus encantadoras noticas sangrientas. Deshojar con fruición la margarita del amor perdido, que siempre llevo a mano; con los pétalos en número impar, no vaya a ser que me dé un disgusto el declamar el no como deseo.

Esta época del año, luminosa y caliente, no ayuda a mantener la calma. Y diluye el dolor, por más que me esfuerce en atesorarlo con avariciosa tristeza, en espera de esos maravillosos momentos en que al fin consigo, que todos mis pensamientos, se vuelvan negativos. Me ha costado mucho reunirlos para contrarrestar las alegrías que acechan inclementes en cualquier esquina, y observo preocupada como cada vez se muestran más proclives al olvido.

Preparando la comida un momento después, a traición, sonrío mientras corto una cebolla. Ahora sé que estoy irremediablemente perdida. Tendré que reunir a la familia para comunicarles mi decisión. Despedirme de ellos para evitar cualquier contagio (ganas me dan de dejar pósits por las estancias con chistes de Lepe). No se merecen ese trato. Siempre han estado dispuestos a entristecerme, y sería un mal pago por mi parte actuar así, ante tantos desvelos en formato calamitoso como me han suministrado a lo largo de la vida.

Creo que partiré hacia ese Arco Iris que ha dibujado la lluvia en el horizonte. Hacia ese lugar en que se recrean aquellos que ríen sin venir a cuento.

Descubre el secuestro secreto

Fue un robo sorprendente. En principio ninguno supo percibir que el insólito y único tesoro, el precioso recurso insustituible, hubiese sido removido. El suceso continuó oculto, escondido y recóndito. Pero un sutil detective, ¿posiblemente usted, inteligente lector?, pronto comprendió lo sucedido. O no fue posible y ni usted, mi querido leedor, logró convertirse en el hercúleo psicólogo de gemelo hecho y, usted me perdone, resulte ser menos resuelto e incluso le cueste un buen período de tiempo descubrir en este vigente documento el mismo embuste, que fue seducción y secuestro.

En 1969, el escritor Georges Perec publicó un folletín (de título “El eclipse”), en el que sugiere el descubrimiento homólogo de un supuesto procedimiento del mismo timo. Sólo en el último episodio se descubre lo que se desdibujó en el contexto desde el primer inicio y que persistió como el hilo conductor de todo el cuento de ficción, y que no se exhibe ni descubre sino concluyendo los últimos conceptos del libro, escrito con un perfecto discurso que se extiende en todo momento de este monumento retórico y poético. Porque el hecho consistió en omitir con intrépido frenesí y en todo el texto el repertorio y los giros que contienen un preciso signo, símbolo distinguido como el de superior repetición y frecuente fenómeno, del que existen numerosos ejemplos en el periodismo de trucos mentirosos. Otros repitieron el experimento, y yo mismo recientemente lo presento, como testimonio de que se evitó un decidido término, propio de que quien publicó precedentemente u hoy mismo con el insistente cuento.

Y si con todo lo escrito y siendo muy curioso no lo puede resolver, debe responderse que, o es un ciego que no ve ni lo que tiene enfrente, o usted y su entendimiento no exceden en erudición y conocimiento, porque pueden prescindir tristemente del mejor y superior héroe: Ese portentoso, invencible, típico y primer quijote en el método de escribir en este complejo revoltijo que gruñimos muchos elocuentes vocingleros, y que no es otro que ese dibujo que en el léxico reconocido se describe como “a”.