París, Cinco de Octubre de dos mil veinte.
Gilles Bensimon no abrió su comercio de
compraventa de oro esa mañana. Nunca le gustó, se sentía un usurero con la
sencilla gente que desesperada llegaba allí, pero no fue capaz de enfrentarse a
su padre cuando poco antes de fallecer le dijo que se hiciera cargo.
Llenó sus bolsillos con monedas del
preciado metal de su colección, y salió a la calle.
Le acompañaría a Juliette en su último
viaje.
Era cuestión de tiempo, hacía ya meses que
lo esperaba; aun así, cuando recibió la noticia el fatídico día veintitrés del
mes pasado, comenzó a morir con ella.
Bajo El Cielo de París camina hacia
Saint Germain des Prés, lugar de las exequias.
El cielo no sonríe, tampoco la isla de
Saint Louis, la pareja de enamorados está de luto, como él.
Camina junto al Sena, sus vagabundos
moradores observan como Gilles se acerca a ellos, y jubilosos recogen sus
monedas.
Ha entrado al templo, sólo una vez fue su
amante. Jóvenes locos que nunca más volvieron a encontrarse.
Ella le sonríe a la salida, mientras en el
Arco Iris le escribe: “Je t’attendrai toujours”.
¡Que interesante Alberto!. Me encanta la historia.
ResponderEliminarA mi también. No la conocía...
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