Desciende del autocar en la única parada del pueblo, se dirige a las afueras, hacia la casa de Heraclio, padre de la niña. Las puertas de los vecinos se cierran a su paso.
Le pedirá perdón, fue un arrebato, igual que con las otras.
Después irá a la residencia y esperará con la morfina a que ella aparezca.
Le ve en la puerta, levanta su mano para que no la cierre; cerca, un hombre cava la tierra.
Heraclio dispara dos tiros y entra.
Los vecinos acuden con azadas y palas para ayudar al hombre.
Bestial la historia
ResponderEliminarDura y certera
Te impacta
Cruel, directa, inhumana,...
ResponderEliminarComo puede ser la vida.
Relato telegráfico, pero descriptivo.
¡Enhorabuena, Alberto!
Muchas gracias.
ResponderEliminarNi olvido ni perdón, pero sí solidaridad...
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