Perdón concedido

El cáncer acortó su condena. 
Desciende del autocar en la única parada del pueblo, se dirige a las afueras, hacia la casa de Heraclio, padre de la niña. Las puertas de los vecinos se cierran a su paso.
Le pedirá perdón, fue un arrebato, igual que con las otras. 
Después irá a la residencia y esperará con la morfina a que ella aparezca.
Le ve en la puerta, levanta su mano para que no la cierre; cerca, un hombre cava la tierra.
Heraclio dispara dos tiros y entra. 
Los vecinos acuden con azadas y palas para ayudar al hombre.

Autoría: Alberto Ereña

4 comentarios:

  1. Purificacion Minguez Losua31 de octubre de 2020, 22:13

    Bestial la historia
    Dura y certera
    Te impacta

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  2. Cruel, directa, inhumana,...
    Como puede ser la vida.
    Relato telegráfico, pero descriptivo.
    ¡Enhorabuena, Alberto!

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  3. Ni olvido ni perdón, pero sí solidaridad...

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