Nació una fría mañana de invierno, en silencio, ni un lloro. Ese primer paso marcó el resto de su caminar.
Tuvo una vida apática ajena a los murmullos, a las carcajadas, los gritos y voces disonantes y murió envuelto en un mutismo total solo roto por un suspiro, el de su mujer.
Nunca supo si se
trataba de un suspiro de alivio o de fastidio. Su ceja derecha se elevó como
signo de interrogación pero la luz se apagó y su vida terminó.
Autoría: Argiñe Areitio.
Me recuerda a el cuento de Solitaña de Miguel de Unamuno. No se porqué me ha venido a la cabeza. A veces la vida insulsa es una bendición.
ResponderEliminarMuy bien expresado. Me gusta
Un melancólico suspiro, sin duda. Bien hecho.
ResponderEliminarVida que viene, pasa y se va.
ResponderEliminarSin ruidos. Buen relato.
Una vida sin sentido
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