Iban al cine los tres juntos. Si salían de excursión al campo, las viandas que separadamente aportaban para el picnic se complementaban sin necesidad de haberse puesto antes de acuerdo. Cuando hacían turismo, uno sacaba la foto a los otros dos, que posaban con muecas divertidas, o bien sonreían felices a la cámara los tres a la vez para una selfie.
Pero los ojos de Lucas se clavaban constantemente sobre Mónica, los labios de Mónica solo ansiaban los de Mario y el corazón de Mario se aceleraba cuando se acercaba a Lucas. Mientras pudiera disfrutar cada uno de ellos de la compañía del amado, el trío funcionaba, siendo cada uno un eslabón necesario de la cadena que los unía.
El equilibrio lo rompió Mónica el día que, llorando, comprendió que nunca recibiría los besos ansiados, que nunca lograría los favores que esperaba. Y al quedarse solos ellos, casi llegaron a las manos cuando Lucas le espetó a Mario “no me persigas, maricón de mierda”.
Y entonces la pirámide se desmoronó para siempre.
Autoría: Elena Mateos
Que inesperado es el amor agazapado en la amistad. Ciego en la juventud, que por inexperiencia, espera lo obvio
ResponderEliminarY que triste cuando se pierde amor y amistad en un solo envite
Muy bonito
Es verdad, muy triste. Perder esa amistad... aunque no lo fuera del todo...
ResponderEliminarMe gusta. Difícil mantener la armonía en el tiempo.
ResponderEliminarUn triángulo complicado pero magníficamente relatado. Enhorabuena.
ResponderEliminarAmores no correspondidos, Elena, bien expuestos.
ResponderEliminarCon personajes que pueden expresar, en los tres casos, la misma idea:
"En mis sueños, tú eres mi vida;
pero en mi vida, tú eres un sueño".