El brasileño

 

Al atardecer corría hacia su casa como todas las tardes. Sonaba la sirena en la excavación y salía disparado, no había tiempo que perder. Saluda a su madre, beso rápido, y coge el chusco de pan con dos rodajas de mortadela que le tiene preparado sobre la mesa. Le propina un mordisco que traga casi sin masticar, mientras recoge su camiseta y pantalón corto que mete rápidamente en la bolsa de plástico; sus botas ya están dentro.

Su madre está entretenida tratando de que la abuela coma algo; hace ya tiempo que no se levanta de la cama y cada día se la ve más débil; aún así le sonríe cuando se le acerca para darle un beso. A la vez, con suavidad, introduce un sobre en el bolso del delantal de su madre pero ésta se da cuenta y le mira interrogante.

- “Es el salario de la empresa mamá, nos han pagado hoy; tienes novecientos ochenta reales, algo menos que el mes anterior; con las lluvias no he podido trabajar todas las horas... Me ha dicho Walter que pase esta noche por su hamburguesería, sustituiré a su hermana y me dará algo de dinero; mañana por la mañana te lo dejaré en la mesa antes de ir a trabajar. Parece que viene buen tiempo durante las próximas semanas, aprovecharé para doblar las jornadas; no le faltarán a la abuela sus medicinas, no te preocupes”.

Como siempre que sale de su casa a entrenar, mira antes de reojo las dos viejas fotografías, que cuelgan junto a la ventana de la cocina; en una de ellas, blanco y negro, aparece un señor con traje oscuro y corbata del mismo tono. Está bien peinado y luce una barba negra bien poblada pero no muy larga, se nota que se preparó para el momento; sonríe despreocupado a la cámara mostrando una dentadura desigual, lo cual no afea su rostro con facciones bien definidas. Los ojos, pequeños y vivaces, confieren al rostro una imagen de determinación y arrojo que, sin dudarlo, serían una de las señas de identidad del personaje. Debajo de la fotografía, a la derecha, hay unas letras pequeñas en las que aún se puede leer “Foto Julián – Bilbao”.

En la otra se adivina a quince muchachos, los cuales están unos de pie hombro con hombro y la otra mitad agachados, todos ellos mirando a la cámara, con una sonrisa preparada y con la sensación de estar un poco hartos. Aún así, lucen orgullosos una camiseta rayada con franjas blancas y rojas y un pantalón corto de color negro; unas medias también rayadas pero esta vez horizontalmente del mismo color que la camiseta, completan su equipaje. Uno de ellos, el portero de ese equipo y el más alto de todo sus compañeros, viste completamente de negro, incluso su visera, el escudo en su camiseta es la única muestra de color que porta. Pese a que Joao cambia periódicamente el film que la cubre, la fotografía muestra los años que lleva allí colgada y cuesta adivinar algunas caras y los nombres de los protagonistas que figuran al pie; se distingue con más claridad abajo, también a la derecha, “Atlético de Bilbao”.

A la carrera llega al campo de fútbol, un recinto al aire libre delimitado por unos oxidados tubos metálicos. Un terreno terroso y desigual es por donde corretean ya sus compañeros; algunos de ellos ensayan puntería en una de las dos porterías que presiden el rectángulo de juego. En la otra portería, otros dos miembros del equipo embuten uno de sus postes en el suelo; las últimas lluvias y el viento lo arrancaron ayer. El hombre que está con una sotana negra arremangada hasta las rodillas, siguiendo las evoluciones de los muchachos, le saluda desde el centro del campo haciéndole señas para que se acerque.

- “Joao, ¿qué tal? Tendrás que recuperar un poco el tiempo, llegas tarde.”- lo dice sonriendo y sin enfado, sabe la carrera que le supone llegar hasta allí y que varios días no acude debido a sus horarios en la excavación - “Quiero que practiques bien las internadas por la banda izquierda con el balón en los pies; Félix, Jair y Santos te bloquearán, debes esquivarlos y una vez conseguido, rematar a portería. Así durante treinta y cinco minutos, después harás lo mismo pero por el centro, dejando sentados a los que salgan a tu paso. Llegando al borde del área pequeña elevas la pelota para marcar; y por ambas escuadras. ¡Venga! ¡El próximo partido nos jugamos casi el título y hay que darle fuerte!”.

El padre Ignacio observa sus habilidades con atención, es admirable su control de la pelota; nunca le destaca delante de sus compañeros pero sin duda es un jugador muy especial; sonríe recordando a Messi, pudiera llegar a ser un sustituto del astro argentino pasado un tiempo. Asiente suavemente para sí, Joao acaba de driblar a sus tres oponentes sin dejar ni un momento el balón pegado a sus botas; se miran incrédulos a la vez que el ya remata a portería y marca un tanto increíble desde un ángulo inverosímil. Lo formidable no es el gol de hoy, es que todos los días hace esas diabluras; “Dios me perdonará la expresión” y sonríe.

Ignacio Badiola Etxebeste llegó a Sao Paulo hace ya quince años, su primera estancia fué para un acto de confirmación de su Fé y luego volvió a su pueblo, Balmaseda. Permaneció un par de meses como adjunto al párroco titular, hasta que el Obispo le indicó que debía desplazarse a Extremadura para atender varias parroquias del interior de la provincia de Badajoz. Lo hizo así y allí se mantuvo durante dos años; desde Olivenza solicitó permiso para volver a Sao Paulo, sentía que su destino religioso eran misional, lejos de la comodidad relativa de la pastoral española. Le fué concedida la dispensa y pasando antes por su pueblo para despedirse, se embarcó hacia Brasil.

En Sao Paulo de nuevo, se dedicó con todas sus fuerzas a los barrios humildes, que eran casi todos. Su carácter abierto, amable y condescendiente con todos sus vecinos, le forjó una gran reputación de persona honesta y leal, cualidades no muy abundantes por aquellos lares. Creó una pequeña misión en la periferia de la ciudad acompañado de otros dos sacerdotes, uno nativo de nombre Edson, y William Jose, argentino, al que apodan PateWilli. 

La capilla, consagrada a Fray Galvao, fué visitada por el Papa Benedicto XVI con motivo de la canonización de Antonio de Santa Ana Galvao, y ello supuso para los tres misioneros un reconocimiento internacional a su labor eclesiástica y social.  En ella, celebran actos religiosos a la vez que atienden enfermos, y reciben a mujeres que sufren explotación de todos los tipos imaginables, las cuales luego son reconducidas a centros que Cruz Roja dispone para atenderlas. Recogen a  muchachos que intentan hacer su vida fuera del pandilleo, ofreciendo educación gratuita para su formación laboral. Otros jóvenes son integrados gracias al deporte; lo que sea, con el único fin de sacarles de las calles; como en el caso de Joao y sus compañeros del equipo de fútbol. 

Finalizado el entrenamiento ya cuando anochece, el padre Ignacio se despide de cada uno de los miembros de su equipo, y les hace entrega de un bocadillo de carne albardada que el mismo preparó ésa tarde; probablemente no lo empezarán para compartirlo en sus hogares y él lo sabe, también lo hace por esa razón.

- “Muy bien chicos, esto funciona; el sábado nos vemos a las cuatro de la tarde. Correremos un poco  para calentar y después a por ellos. No será fácil, “Sporting do povo” tiene muy buenos jugadores pero les ganamos en velocidad, y si sabemos anticiparnos y coger su espalda les venceremos. Llevamos varios días ejercitando esta técnica y la tenéis bien interiorizada, seguro que no falláis. Ahora cada uno a su casa, sin entretenerse por el camino. ¡Hasta el sábado, campeones!”

Les observa según van abandonando el recinto a la vez que piensa la dificultad que estos jóvenes tienen para salir adelante en aquel ambiente; les habla con frecuencia de personajes heroicos de la rica historia brasileña para que sientan identificados, nacidos allí, gente del pueblo que luchó por mejorar su país no sólo en las guerras, también en la medicina, en la filosofía, en la arquitectura, en el deporte como ellos...Y les compara, y les anima: “vosotros sois también héroes en vuestras casas y en vuestros barrios; debéis pensar por vosotros mismos, ayudar a vuestras familias, formaros laboralmente para no depender de la caridad de las pandillas que será vuestra ruina como personas y la de vuestras familias. Así se construyen los auténticos ídolos.”  

- “¿Has conseguido sacarle alguna información nueva a tu abuela?” - Se dirige a Joao que termina de calzarse y se incorpora para marchar.

- “Poco. Casi no conoció a su padre, murió siendo ella una niña, y su madre unos meses después en el desbordamiento. Sólo conserva una fotografía que dice algo de Bilbao, como ya le he comentado otras veces y que usted conoce, pero no sabe con certeza en donde nació; le suena algo de Galdames o parecido, sólo lo comenta cuando habla sola en esos momentos que su cabeza se va”.

Ignacio sabía que era muy complicado, aún así lo seguía intentando; con más ahínco si cabe cuando recibió una carta del “Athletic Club” en la que le informaban de la recepción de los vídeos que les envió semanas atrás. Aplaudían las habilidades de su pupilo Joao Pirés y estarían encantados de hacerle una prueba pero antes debía demostrar fehacientemente que alguno de sus ancestros provenía del País Vasco. (Y más siendo mulato, añadió mentalmente).

El resultado del partido se decantó a favor del “Athletic de Fray Galvao”, su equipo, un tanteador favorable de cuatro a tres dejaba bien a las claras que no había sido sencillo; Joao Pirés fué la estrella anotando tres goles, y el que tiró del equipo con un dos a cero desfavorable en el primer tiempo. Fue espectacular la reacción en la segunda parte, “éste chico es extraordinario”, se decía el cura según abría su bolsa para el reparto de los bocadillos y unas rosquillas que PateWilli elaboraba con mucho arte. Su teléfono móvil, olvidado entre los bocadillos, anunciaba una llamada perdida de su gran amigo Domingo Urrutia, en la actualidad párroco de Mungía y compañero en el Seminario. Los futbolistas celebraban su victoria con gran jolgorio y aún tenían para un rato; decidió llamar a Domingo.

 - “¿Sí? Ignacio, que alegría me da oírte, aunque sea mal. Todo bien por aquí, sí; me alegro de vuestra victoria, porque no puede ser otra cosa con todo el jaleo que tienes por ahí, enhorabuena. Te he llamado precisamente por lo que me pediste hace un mes; he consultado archivos y puede que tenga algo”

- “¿A qué te refieres con algo? Explícate y un poco más alto que no te oigo bien, por favor”

“A ver, te voy contando. Hablé con el obispo y le comenté tu caso, la verdad es que no se mostró muy colaborador al principio porque no le parecían “causas de Dios” como el dice, pero cuando le recordé quién eras y lo que estás haciendo por ahí lejos, entonces ya se abrió un poco más y tuve acceso a los archivos diocesanos. También que tu tío fuera cardenal en Roma ayudó, por qué no decirlo. Me hablaste algo de Galdames; ahí tengo un amigo cura, Txema, que se encargó por su parte de investigar más o menos por los años que calculamos. Del bisabuelo de tu “Aduriz brasileiro”, sólo sabemos que se apellidaba Arana y efectivamente hay un tal Ángel Arana Arana que está inscrito en la parroquia de Galdames, el cual posteriormente figura en Diputación como exiliado en Brasil, documento que he conseguido en una página de Internet que me facilitó la embajada brasileña en Madrid.”

 Calló unos instantes; una pausa, valorar la atención creada, esa era su especialidad. Ignacio picó en el anzuelo que hábilmente le tendía su amigo:

 - “Todavía no hemos llegado al final, Domingo. No podemos probar nada; te lo agradezco pero hay que indagar más.”

 - “Espera. Ángel Arana Arana, nacionalidad española, natural de la población de Galdames en Vizcaya, contrajo matrimonio con la ciudadana brasileña Doraida Firmino Telles”.

 - “¿Cómo consigues todo ésto? ¿Lo tienes documentado?”.

 - “Sí Ignacio, absolutamente todo. Conozco a una familia que llegó de Brasil hace un par de años a Zamudio, solíamos coincidir en la cooperativa e hicimos amistad. Un día, hablé de tu caso con ellos para que me informaran si conocían como proceder en su país para gestiones burocráticas; aquello es tan grande y con una administración tan pesada, que es imposible si no tienes a alguien que te ayude desde dentro. Por casualidades de la vida, o porque Dios consideró que en algún momento debía devolverte algo de lo que tu has hecho por él,  resultó que una de sus hijas es funcionaria en Archivos Generales. Me pusieron en contacto con ella y ¡voilá!, se puso a mi disposición en todo lo que precisara, la verdad es que es una muchacha encantadora”.

- “¡Fantástico! ¡Eres increíble! Pero nos queda por cerrar el circulo. Acabamos en Doraida, aún no es seguro.”

 - “Ignacio, la paciencia es una virtud que Dios nos regala y hay que saber administrar; déjame continuar, no te pongas nervioso”.

 - “Sigo contando. Doraida y Ángel tuvieron un hijo y una hija. El chico era Gabriel Jesús Arana Firmino y la hija María Isabel Arana Firmino. Ambos nacidos en Sao Paulo, hasta ahí he podido llegar.”

- “Gracias Domingo. Te llamo luego.” - Y colgó -.

 -”Joao, ven un momento, por favor. ¿Cómo se llama tu abuela?”.

 - “¿Mi abuela? Marisa. ¿Pasa algo?”.

 - “¿Marisa?”.

 - “En realidad, María Isabel; pero siempre la hemos llamado Marisa”.

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 Diario Marca. Doce de Julio de dos mil veintidós.: El Athletic hace oficial el fichaje por cinco temporadas, del delantero brasileño Joao Pirés”.

“La operación se ha llevado con suma discreción por ambas partes. El interés mutuo desde el primer momento, ha facilitado que todo discurriera sin problemas; inicialmente estará en la disciplina del Bilbao Athletic compaginando con el primer equipo, a medida que el cuerpo técnico lo vea factible.”

“El muchacho, de tan sólo dieciséis años, vendrá acompañado de su familia para evitar un cambio drástico en su vida y facilitar su adaptación a Bilbao, ya que sólo ha conocido la disciplina deportiva en un equipo amateur de Sao Paulo.”

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 Diario El Correo. Veintinueve de Mayo de dos mil veintitrés.: “Joao Pirés ganador del Trofeo Pichichi como máximo goleador de la Liga”

“Hacía ya muchos años, que no contaba el Athletic con un delantero que ganara tan prestigioso trofeo. La desafortunada lesión del numero nueve del Athletic, titular indiscutible hasta ese momento, forzó la entrada de Pirés al primer equipo tan sólo un mes después de comenzada la Liga. El Brasileño, como así le conoce la grada de San Mamés, ha cuajado una temporada memorable marcando veintinueve goles y asistiendo en otros catorce más. Pese a los iniciales murmullos en algunos sectores de La Catedral debido a su color de piel, sí señores y señoras aún estamos así, su rendimiento ha sido tan espectacular que ha conseguido hacerse un bilbaino más, pese a tener que demostrar en un primer momento su procedencia desde el bonito municipio de Galdames, del cual era originario su bisabuelo”.

“Varios clubes europeos ya tienden sus redes ante éste fenómeno, a lo cual desde un primer momento, Joao ha asegurado que nunca cambiará los colores de ésta camiseta. Asegura que mantiene aún la fotografía que su abuela recibió de su padre cuando era niña, y que siempre estuvo presente en su casa. Nunca olvida enviar un saludo al padre Ignacio, el cual ha asegurado que en su próxima vuelta a Balmaseda aceptará la entrada que Joao le tiene reservada”.

 Autoría: Alberto Ereña

3 comentarios:

  1. ¡Gran relato, Alberto, de un futurible plausible que engancha desde la primera frase! Deporte, tradición, historia y porvenir, países y continentes diversos, humanidad por doquier! Inmejorable para comenzar el año 2021.

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  2. Gracias Mikel. Creo que será uno de los muchos sueños que están por ahí, por el mundo. Es mi pequeño homenaje a todos ellos, a todos esos muchachos/as que tienen un póster en su casa del Athletic y cada noche sueñan con su debut en San Mames.

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  3. A mi también me ha enganchado y eso sin ser aficionada al fútbol ni al Athletic ni a la iglesia... El gancho puede estar en la humanidad que desprenden los dos protagonistas...

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