Bilbao, 31 de Octubre de 2020
Te escribo porque he visto en la televisión la noticia de tu fallecimiento.
Fue en el año dos mil uno cuando en alguna feria que ya no recuerdo, compré un libro de bolsillo que se titulaba “Trilogía de Centroamérica”. Era barato y con historias diferentes, que daban mucho para leer; me llamó la atención la foto de la portada, la del campesino que huía. Lo ojeé un poco y me lo llevé a casa. A partir de aquí, ya sabes lo que pasó. Me aficioné tanto a tu prosa que me enrolaba en todos tus viajes; siempre me hacías un hueco. Me describías los fantásticos lugares que visitábamos, me explicabas el porqué de ciertas tradiciones indígenas y me contabas apuntes y curiosidades de la historia para que entendiera mejor el presente.
El viaje por el Amazonas fue el peor, lo
pasaste mal de verdad y nos tuviste muy preocupados a todos. Afortunadamente,
no podía ser de otra forma, te curaste y pasado un tiempo seguimos viajando a
otros lugares. Lo del árbol de la quina parece ser que era cierto.
A veces nos entristecíamos cuando hablabas de las biografías de algunos personajes que se hicieron famosos por esclavistas y otros por opresores y asesinos de un imperio situado a miles de kilómetros; es una pena pasar a la posteridad por ello pero más lo es que la mayoría no tuvieron ningún castigo. La justicia estaba también muy alejada.
Siempre lo aderezabas todo con tu fino humor, con tu forma de contar el día a día del viaje; con dar presencia a esas personas que estaban ahí en ese momento. El capitán del barco, la pareja de recién casados, el porteador, todos eran protagonistas. También lo fue, muy a tu pesar, aquel niño soldado que seguro recuerdas muy bien, pero no por agradable. Es terrible lo que podemos llegar a ver; y sentir que tu vida no vale nada en manos del capricho de un mocoso. Hubo suerte aquel día, sí.
Qué recuerdo más bueno conservo de la presentación en Bilbao de tu libro “Un verano chino” hace ahora unos cinco años; el tiempo vuela, es cierto. Asistí al coloquio y me encantó. Además, recogí de tus manos un ejemplar firmado y dedicado. Hoy ocupa un lugar preferente en mi biblioteca, es mi pequeño tesoro y la envidia de muchos.
Bonito homenaje. Merece la pena recordar que Javier Reverte lideró la demanda por que no fuese incompatible una pensión de jubilación con el cobro de los derechos de autor de los libros publicados antes de jubilarse. Al final consiguieron modificar la ley, pero fue él quien abrió esa batalla que finalmente se ganó. Un abrazo fuerte para él, donde quiera que esté.
ResponderEliminarGracias por tu comentario,Juan.
ResponderEliminarEfectivamente, fue el paladín de una batalla muy difícil contra un enemigo muy potente y consiguió doblegarle, favoreciendo a muchos escritores y éso siempre se lo reconocieron. Un gran tipo, viajero incansable y magnífico contador de historias. Goian bego.
Fue un escritor que conectaba con los lectores y la gente de los países que visitaba. Me ha gustado tu carta
ResponderEliminarMuchas gracias.
ResponderEliminarOtra tarea pendiente para releer
ResponderEliminarQue hermosa reseña.
Has recogido muy bien cuál es el poder de los libros: poder viajar sin moverse de la silla. Es así con cualquier libro, pero con estos de Javier Reverte, además de volar con la imaginación, hacemos viajes a través de sus ojos a lugares a los que tal vez nunca vayamos. Era un excelente comunicador y ha sido una terrible pérdida. Bonito homenaje, Alberto.
ResponderEliminarMuchas gracias. Un recuerdo agradecido, a un "compañero" de travesías inolvidables.
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