Recuerdos muy vívidos se
agolpaban en su cabeza. Había transcurrido un año ya desde que acudió al
aeropuerto de Manises a despedirle.
Una vez más le pidió que le
acompañara, pero ella, agarrada a su mano, le suplicó que no lo hiciera.
Volverían a verse en breve, le esperaría.
No pudo ser tal y como
esperaba, un brusco cambio de destino laboral a Stuart lo truncó todo.
Impartía clases en la
Universidad de Valencia alternando con sus trabajos de analista en el
laboratorio; le costó mucho esfuerzo acceder allí, un mundo casi copado por
hombres y además tan joven. Ahora estaba encantada pero el principio fue duro,
la consideraban casi una intrusa; con su carácter alegre y colaborativo se hizo
poco a poco un hueco y ahora era querida y respetada entre sus colegas. Sus
conocimientos científicos eran muy sólidos y los que antes la miraban con gesto
displicente, ahora recurrían a ella con frecuencia para conocer su punto de
vista y no se tomaban decisiones sin su aprobación.
Como sucedió en aquella
reunión a la que fue invitada por el rector de la Universidad; acudieron a la
misma el director del laboratorio en el que ella trabajaba, el consejero de la
Generalitat Valenciana de Innovación y Universidades además de una
representante del Ministerio de Ciencia y Tecnología del gobierno español. Estaba impresionada, con un sentimiento de
orgullo no exento de cierto temor; era científica, y estos concilios con políticos
le ponían un poco nerviosa; por experiencia sabía que eran dos campos no
siempre compatibles.
Debatieron sobre la
necesidad de modernizar las instalaciones, la tecnología avanzaba a velocidad
de vértigo y en otros laboratorios, no sólo de Europa sino también del Estado,
se había invertido con fuerza para acceder a los mejores recursos. Por
videoconferencia, el jefe de la unidad de investigación de la policía autónoma
vasca se sumó a la reunión; le habían pedido, como favor, que asistiera.
Disponían ya de medios que hoy se valorarían en la reunión, y el conocer de
primera mano su opinión era importante. Colaboraban habitualmente con ellos y
Noelia sabía que eran modernos y eficaces.
La reunión fue distendida y
se adoptaron al final de la misma decisiones de inversión muy importantes;
entre ellas, la aprobación de compra de un potente microscopio electrónico a
una empresa norteamericana con sede en Nueva York.
Los trámites burocráticos
fluyeron con rapidez, y transcurridos sólo dos meses de aquella reunión, arribaba al Puerto de Valencia el contenedor
con la preciada y delicada mercancía.
Avisada la empresa
adjudicataria de la llegada, ésta procedió a enviar a su equipo técnico para la
supervisión y montaje del equipo. Al día siguiente de la descarga en el recinto
universitario, Noelia se ofreció para recoger en Manises a los tres
responsables de la instalación del microscopio.
La sala de llegadas estaba
muy concurrida; yendo de un lado hacia otro trataba de que el cartel que
portaba en su mano con el nombre de la compañía yanqui fuera visible.
Hasta ella se acercó un
espigado muchacho; muy alto, pelo castaño abundante, sus ojos claros y
ligeramente rasgados dulcificaban su rostro, levemente salpicado de antiguas
marcas de viruela.
Ha sido usted muy amable al
venir a recogernos” - Aguantó un poco de más su mirada, a ella no le pasó
desapercibido.
Autoría: Alberto Ereña
Uhhmmmm....huele a historia densa y con recorrido. Valencia parece por la luz de la foto muy bien traída como opción
ResponderEliminarMe encanta cuando los personajes se suman. Ese perfume que dejan armando la historia
Me gustan también los pequeños detalles que describes de cada uno Espero que tenga más recorrido La historia lo merece
Vamos a ver quien se anima a continuar...puede quedar una experiencia muy bonita.
ResponderEliminarBien, Alberto, bien, has construido una trama potente. !!!Vamos a por ella!!!
ResponderEliminarVenga!!
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