Sillas vacías
Se sorprendió María al observar la extraña estampa del rincón donde todas las tardes las comadres se reunían para tejer y charlar. Pensó que algo raro debía haber sucedido, mientras subía la cuesta desde la estación del tren que, como todos los viernes, le había traído de la capital donde servía.
Siempre se sentaban allí, en el mismo orden, prefiriendo el sol o la sombra. Su madre, su tía y otras cuatro vecinas,... Tras haber criado a su prole, que se había alejado de aquel pueblo de Extremadura, era el modo en el que pasaban el rato desde la siesta hasta el atardecer mientras el sol caía.
¿Por qué no había nadie? De pronto lo comprendió y aceleró el paso hacia su casa. ¡Que no sea mamá, ni la tía,...! Era obvio,... incluso antes de haber oído el toque de difuntos del campanario que anunciaba el fallecimiento de una mujer.
Autoría: Mikel Agirregabiria.
Continuaciones de Alberto Ereña y Purificación Mínguez.
Muy bonito, Mikel.
ResponderEliminarEstampa de ésos pueblos vacíos que abandonamos, obligados casi siempre, para buscar un futuro a nuestra familia. El detalle de la chica que viene el fin de semana a su casa desde la ciudad en donde sirve es muy simbólico de lo que fué nuestro país.
Aquellos tiempos de cháchara a media tarde... Es de lo que hablan esas sillas vacías. Es curioso como una imagen tan simple puede ser tan evocadora.
ResponderEliminar¡Cuando volverán las sillas a montar guardia en las tardes cálidas!
ResponderEliminarAhora bajaríamos más de uno con botijo y todo a charlar con el vecino.
Me ha gustado el relato
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarA mi tbien me ha gustado y puede dar pie a muchos relatos...
ResponderEliminar¡Gracias por los comentarios!
ResponderEliminarAhora, a ver quién prosigue con el relato,...
¿Quién había fallecido? ¿Qué pasó después?
¿Algún final abierto para ir completando episodios en pareja o en grupo?
Mikel,voy con la segunda parte. A ver que sale...
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